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Los primeros referentes de Unión por la Patria que llegaron a la carpa-búnker en plena calle Corrientes, frente a la plazoleta Los Andes, demostraban confianza, basados sobre todo en un dato: la cantidad de votantes en la provincia de Buenos Aires superaba lo esperado. Con el correr de las horas, la expectativa se transformaría en una amarga certeza: Javier Milei era el gran protagonista de la jornada, relegando con su “voto bronca” tanto a Unión por la Patria como a Juntos por el Cambio.

La difusión de los primeros datos del escrutinio, a las 22.40, confirmaron ese pronóstico sombrío: con el 61% de las mesas escrutadas, Unión por la Patria apareció tercero, con el 25,4% de los votos, por debajo de Juntos por el Cambio (27,5%) y, sobre todo, de La Libertad Avanza (32,5%). Lo curioso fue que, mientras se difundían esos datos, el jefe de Gabinete, Agustín Rossi, se mostraba satisfecho ante la militancia por los datos en los que, según un sistema de mesas testigo del oficialismo, UP aparecía en segundo lugar, un punto por encima de los candidatos sumados de Juntos por el Cambio. “Hoy terminan las PASO, mañana empiezan las elecciones generales”, gritó Rossi y recogió aplausos, mientras Sergio Massa y el resto de los candidatos esperaban su turno para hablar, un rato después.

Los pronósticos iniciales aparecían, a las 23, cada vez más distantes. “Estamos muy bien, hay mucha afluencia de gente en la provincia, fundamentalmente en los barrios populares”, se ilusionaba ante LA NACION un integrante de la mesa chica que rodea a Sergio Massa, el ministro-candidato presidencial que se jugaba este domingo buena parte de su suerte política, más allá de los votos que terminó cosechando su rival interno, Juan Grabois. Para el dirigente, “cuanto más se vote, mejor vamos a estar”, y señaló que la mayor participación (en comparación con los análisis previos) “se repite en el resto del país”.

 

Desde la decisiva La Matanza, voceros del intendente Fernando Espinoza hablaban de superar el 68% de votantes en 2021. “Vamos a estar un par de puntos por encima de ese número”, confiaban las fuentes, con datos que ya conocían en el búnker de Chacarita, que también fue sede, en aquel caso, de la sonora derrota del Frente de Todos en las legislativas de ese año.

Además de la provincia de Buenos Aires, en el Frente Renovador esperaban “buenos resultados” en Córdoba, donde el kirchnerismo, como ocurrió en la elección a gobernador del 25 de junio pasado, suele sufrir aplastantes derrotas electorales. Los datos concretos dieron por tierra con las previsiones optimistas, también en la provincia mediterránea.

Todavía sin dirigentes de peso en el edificio -al que Massa, el ministro del Interior y jefe de campaña, Eduardo de Pedro, y el resto de los dirigentes llegaron luego de las 20-, los sondeos a boca de urna también eran motivo de expectativa. “Estamos bien, escribilo”, chicaneaban cerca del ministro del Interior, sabedores de la imposibilidad de difundir números antes de que se hicieran públicos los datos oficiales.

Matías Lammens habló sobre la jornada electoral y la demora para votar en la ciudad de Buenos AiresCaptura

Los tres pisos del búnker oficialista estuvieron distribuidos estratégicamente entre los dirigentes nacionales, los bonaerenses y los porteños, más las distintas tribus de UP, entre ellas el cristinismo y el massismo, con un piso especial para Massa y sus colaboradores cercanos. En la planta baja se ubicaba el escenario que fue sede de los análisis públicos de los candidatos, todos destinados a explicar en términos positivos una elección adversa. Para matizar la ansiedad periodística, el ministro y candidato Matías Lammens, la diputada Cecilia Moreau, más el embajador en Brasil, Daniel Scioli, y el exministro de Agricultura Julián Domínguez enfrentaron a las cámaras y dieron explicaciones generales, sin entrar en detalles. Todo se cortó antes de las 21, cuando los pronósticos sombríos se hicieron realidad y quedaron sin aparecer la senadora ultracristinista Juliana Di Tullio y el secretario de Industria, José Ignacio de Mendiguren, cercano a Massa.

El retraso en el conteo en la ciudad de Buenos Aires y la lentitud en la publicación de los datos de la provincia de Buenos Aires atrasaron también esas apariciones. El primero fue Lammens, primer candidato a legislador porteño, quien a las 19 apuntó a los “responsables políticos” del cambio de sistema de votación en la ciudad, en alusión al gobierno de Horacio Rodríguez Larreta, otro de los grandes derrotados del domingo. También dijo que en el oficialismo esperaban “con serenidad y tranquilidad” los resultados de la elección. Media hora después, Scioli, uno de los primeros en llegar al Complejo “C”, en el barrio de Chacarita, elogió a Massa y habló de “construir una nueva mayoría para defender el futuro de la Patria”, sin aceptar preguntas. En el mismo tono, sin demasiada algarabía, Moreau también se refirió a una “buena” elección aunque “ajustada”, y de la necesidad de “sumar” de cara a las elecciones generales de octubre. La “ola Milei” ya estaba instalada, aunque nadie quería contar de más.

Durante la jornada, Massa había repasado el avance de los comicios con el gobernador bonaerense, Axel Kicillof, el gran ganador en el espacio oficialista, y el candidato porteño, Leandro Santoro, que superaba el 20 por ciento de los votos. Según contaron cerca de la vicepresidenta Cristina Kirchner, antes y después de votar en Río Gallegos también ella estuvo en contacto “con todos”, según expresaron en el entorno de la exmandataria.

 

En medio de la incertidumbre, en el búnker oficialista reconocían que Javier Milei y La Libertad Avanza sería “el opositor más votado”, sin aportar mayores datos en concreto y en base a informes propios y ajenos. La información no les parecía negativa: apostaban a que el diputado libertario terminara quitándole votos a Patricia Bullrich, candidata de Juntos por el Cambio que le ganó la interna a Rodríguez Larreta, aunque juntos no alcanzaban el 30 por ciento de los votos. Para Massa, la noche se hizo demasiado larga, y para colmo Juan Grabois llegaba al búnker para hacer valer sus votos como rival en la interna. “No hay cheque en blanco”, exclamó el candidato alternativo, mientras Massa calibraba sus primeras palabras en público tras el resultado. electoral.

Nadie quería, ya cerrados los comicios hacía largo rato, hablar de un eventual resultado negativo que pusiera un freno a tanta expectativa. “Si empiezan a cambiar las caras, nos vamos a dar cuenta de que algo anda mal”, había confesado una fuente de la organización al caer la tarde, cruzando los dedos para que ese momento no llegara. Algo que finalmente ocurrió, y de un modo más crudo de lo previsto.

 

 

 

 

 

Fuente: Jaime Rosemberg La Nacion 

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