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La desesperación obliga a wichis a beber agua contaminada

Vienen reclamando un pozo desde hace años, pero deben abastecerse de una cañada donde mueren los animales.

"Estamos desesperados por el agua. Ahora con el calor de vuelta, la misma desesperación nos lleva a consumir al agua que sabemos que está contaminada y que sacamos de una cañada donde hay animales muertos". Las palabras del cacique Osvaldo Gómez de la comunidad wichi de San Ignacio, a 10 kilómetros de Santa Victoria Este, resultan el mismo repique de un pedido que se pierde en la burocracia estatal.

La comunidad, donde viven unas 60 familias wichi, viene reclamando la perforación de un pozo de agua desde hace años y pese a las promesas y proyecciones que se hicieron, aún no tienen solución, mientras las altas temperaturas se instalan nuevamente en la profundidad del Chaco salteño.

Una serie de desafortunadas circunstancias hizo que la situación en esa sufrida comunidad se torne dramática, ya que pese a que la zona estuvo en el radar del Gobierno nacional y provincial para la perforación de nuevos pozos, San Ignacio nunca pudo obtener el beneficios, aunque el cacique Gómez viene gestionado esa obra desde el año 2017.

En forma precaria, las familias de San Ignacio se abastecían con una manguera de dos kilómetro que llega desde El Tigre, otra comunidad que tiene pozo de extracción, pero cuya producción cayó a cero en las últimas semanas. No obstante, El Tigre tiene otro pozo de donde se abastece esa población, pero el suministro hacia San Ignacio se interrumpió en forma total.

Al conocer la difícil situación de San Ignacio, la Fundación Siwok hizo su aporte y perforó un pozo somero de 50 metros de donde la gente comenzó a proveerse, pero la salinidad es tan alta que ni siquiera los animales pueden tomar esa agua. "Estuvimos muy contentos con la obra de la fundación, pero la alegría nos duró poco porque el agua empezó a salir muy salada y no la podemos tomar. No se puede utilizar ni para lavar". Osvaldo envió a El Tribuno un análisis de laboratorio de la Cruz Roja Argentina donde se demuestra que el nivel salobre del agua es tres veces superior al máximo permitido en el Código Alimentario Argentino. "Lo que tenemos miedo es que el Gobierno se confíe en que la fundación ya nos hizo el pozo y se olvide de nuestro reclamo que todavía sigue", expresó.

 

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