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Diez pifies de Sergio Massa en su paso del humo a la realidad
- Publicado: Domingo, 07 Agosto 2022 18:52
El “salvavidas” ya empezó a hacer agua: tardó una semana en asumir y apenas cinco días más en dejar a la vista que el aval de Cristina es acotado, que ni el plan ni el equipo prometidos existían y que lo único seguro de sus medidas es aumentar la deuda.
Por Marcos Novaro
Es difícil hacer que este gobierno funcione mejor de lo que lo ha hecho hasta acá. Pero cuando se sobreoferta e improvisa desde el comienzo, habiendo ya a esta altura tan poco margen para el error, no se puede esperar que los resultados acompañen.
Desde que asumió, o mejor dicho desde el acto mismo de asunción, Sergio Massa falló en asegurarse un arranque auspicioso, que mínimamente satisfaciera las expectativas que había generado: en algunos casos porque las alimentó demasiado, y evidentemente no solo incurrió en un engaño sino también en un autoengaño, y en otras porque dejó pasar oportunidades que no le van a sobrar para consolidar su autoridad.
Claro que no todo se puede atribuir a pifies del nuevo ministro, ya ex “superministro”. El entorno también ayuda a complicar las cosas, porque el oficialismo sigue siendo un hormiguero pateado, como desde las PASO del 2021. Es tal el desbarajuste del Frente de Todos que, como vamos, en poco tiempo puede convertir la mejor “bala de plata” en una cebita.
Veamos entonces cuáles han sido los errores de Massa hasta acá, y qué nos dicen sobre su posible desempeño en adelante. Del que todos dependemos, a menos que surja una muy improbable alternativa mejor, para no pasarla pésimo en el año y medio que le queda a esta gestión.
1- Una fiesta de presentación pésimamente organizada, con muchos invitados que no tenían por qué estar y el faltazo de los únicos dos que no podían fallar
La cosa empezó bastante mal el miércoles, con una festichola sin pies ni cabeza: nadie controló los ingresos y egresos así que un grupo de exaltados le abolló el auto al cumpleañero. De pura casualidad la cosa no pasó a mayores.
Para asegurar masividad se llenó el Museo del Bicentenario de jóvenes empleados públicos vinculados al Frente Renovador, una suerte de “Camporita” que se dedicó a cantar consignas de facción como si hubieran ganado una elección, un campeonato, o tuvieran algún otro mérito del que vanagloriarse.
Alberto Fernández introdujo al protagonista del evento con una retahila de incongruencias sobre la pandemia, la guerra en Ucrania y otras desgracias desligadas de su responsabilidad y en las que por enésima vez quiso excusarse, un flaco favor a quien le tomaba juramento.
Sobraban amigos empresarios del juramentado, que dieron a pensar muy mal sobre las posibilidades de que su gestión se vuelva un festival de tráfico de influencias.
Y por sobre todas las cosas, además de esa y otra gente que sobraba, faltaban los dos únicos referentes del Frente de Todos que sí o sí debían estar, para que Massa pudiera decir que su ingreso marcaba un quiebre con lo sucedido con Martín Guzmán y Silvina Batakis: Cristina y Máximo Kirchner.
2- El equipo prometido no fue tal: los amigos economistas de Massa se escondieron apenas empezó el revoleo de cargos
En general sucede lo contrario: cuando alguien llega a una posición de poder, le nacen como hongos nuevos amigos, colaboradores y confidentes de toda la vida. Bueno, da para pensar que a Massa le haya pasado que sus muchos amigos economistas se borraran apenas se confirmó que entraba al gobierno de Alberto Fernández y necesitaba voluntarios para llenar cargos que en otras circunstancias son muy codiciados.
Primera señal de que mucho equipo no tenía preparado, y/o de que con esos y otros economistas no había demasiado acuerdo, ni siquiera expectativas, sobre lo que iba a poder hacer desde el ministerio.
Finalmente, el “equipo” que se anunció carece de nombres destacados, y no hay uno solo que entienda sobre planes de estabilización y macroeconomía.
3- El affaire Rubinstein, un patinazo que lo deja en ridículo haga lo que haga
Massa, no siendo economista, necesitaba un viceministro que lo fuera y en lo posible lo fuera en serio, con experiencia de gestión, mínimo prestigio como técnico, aceptable para los mercados pero también para el frente interno. En suma, algo así como el unicornio azul.
Como le costaba lógicamente encontrarlo no cubrió el cargo en los primeros días. Pero la incógnita había que resolverla, y pronto. Se ve que, una vez más, el tigrense echó mano a la improvisación, porque al final promovió al simpático consultor Gabriel Rubinstein, sin siquiera chequear que no hubiera andado diciendo barrabasadas contra sus socios en la cúpula oficial, al menos no en los últimos tiempos.
Ahora ya el ministro no va a poder zafar de papelón: si insiste y Rubinstein asume, lo implicará en sus dichos contra Cristina y Alberto y debilitará la poca confianza interna que haya podido construir, sobre todo con la primera. y si vuelve a buscar candidatos quedará aún más debilitado su equipo, su autoridad y a la luz su falta de previsión.
Empezar la gestión con el equipo a medio armar ya era un mal comienzo, pero pifiarla de un modo tan patente cuando se intentó completarlo fue el colmo de la chantada.
4- Entre el “no quiero” y el “no puedo” devaluar
En la conferencia de prensa donde presentó sus medidas, Massa fue en general muy poco contundente y preciso. Habló más bien de objetivos, sin instrumentos claros para alcanzarlos, casi igual que Batakis unas semanas antes.
También sus respuestas a los periodistas fueron imprecisas: declaraciones de buena voluntad más que otra cosa, que lo comprometieron con la cadena de dilaciones y fracasos de quienes lo precedieran en el cargo.
Un buen ejemplo de ello fue lo que dijo sobre un aspecto decisivo de su “plan”: se seguirá disimulando y dilatando en el tiempo la permanente devaluación de la moneda, como hicieron tanto Guzmán como Batakis.
El nuevo ministro afirmó que no pensaba devaluar “porque aumentaría la pobreza”, y tampoco hizo ningún anuncio concreto sobre la esperada mejora del tipo de cambio de exportación. Decepcionó con ello las expectativas creadas, tal vez con su propia ayuda, sobre una corrección de la cotización del dólar, algo de lo que se habló mucho antes de la asunción, o al menos un incremento de la mezquina concesión anunciada días antes a través del “dólar soja”. Y lo peor: no brindó ninguna explicación razonable al respecto. Porque lo cierto es que si hay algo que ya está subiendo a toda marcha, con los precios, es la pobreza, pese a que el Gobierno se niega a corregir su política cambiaria, consistente en retrasar cada vez más el dólar oficial.
Massa quiso presentar esa rigidez y terquedad como fruto de su supuesta sensibilidad social, pero dejó ver más bien su impotencia: para convencer a Cristina de hacerle concesiones al campo, y para administrar, en el poco tiempo que tiene antes de que empiece la campaña electoral en las provincias, un salto discreto del tipo de cambio (como hizo la propia Cristina en 2014).
Y es que si hay algo que le va a faltar a Massa es tiempo. Además de apoyo político.
5- Cambios en Energía, te lo debo
Parece que, finalmente, Darío Martínez va a dejar de ser secretario del área, uno de estos días. Pero no está claro quién lo va a reemplazar, ni mucho menos si va a cambiar el plantel que tiene debajo, que es el verdadero problema. Porque Martínez nunca controló realmente lo que los funcionarios de Cristina hacen y deshacen en el área. Así que el riesgo que se corre es doble: que lo reemplace alguien aún peor, otro promotor del caos energético, u otro figureti que no logre que Basualdo y compañía le den bolilla. Y que el cambio confirme y consolide esa línea de conducta, y ella conspire contra cualquier modificación mínimamente razonable de la política de subsidios.
El punto es importante porque una de las pocas noticias concretas que hubo el día de la asunción fue sobre esa cuestión: se buscaría aumentar los recortes afectando incluso a quienes solicitaron conservar los subsidios. La medida, una al menos en el camino de la austeridad, corre el riesgo de quedar trabada en los vericuetos de una interna envenenada.
6- La fusión de ministerios y la coordinación prometida chocaron con la resistencia de Alberto, que ya no gobierna pero puede jorobar a quienes traten de hacerlo
Massa pretendió fusionar Transporte y Obras Públicas, poniendo una porción decisiva de la distribución del dinero a las provincias bajo su control. Buscaba así completar su rol de supervisión sobre el gasto discrecional, el único que se puede recortar en el corto plazo. O esa medida se la prometieron y después Alberto cambió de opinión, o fue otro tema en el que Massa improvisó y le salió mal. En cualquier caso, no es un buen antecedente para evaluar los límites que enfrenta para lidiar con una gestión que no deja de mostrar signos de descoordinación y anarquía.
7- El secretario que empezó agrediendo del peor modo a los ruralistas que se suponía venía a tranquilizar
Varios de los miembros del equipo de Massa están ahí porque poseen una sola virtud: son sus amigos. El secretario de Agricultura Juan José Bahillo ilustró el punto: será propietario de todo el campo entrerriano que quieran, pero se ve que mucha sintonía con los productores del sector no tiene, ni tampoco sensibilidad política, ni mucho sentido común que digamos. Apenas llegado a la secretaría, le exigió a sus interlocutores del campo que “confesaran” sus filiaciones políticas, como condición para que se dignara a sentarse con ellos.
8- Massa acordó con Cristina un bono pero se olvidó de acordarlo con los sindicatos, que quieren mantener abiertas las paritarias y se niegan a bajar su movilización
El nuevo ministro necesitaba dar alguna buena noticia en su arranque, en medio de tantas pálidas, con el consumo y el nivel de actividad estancados, y pensó en un bono para “compensar” la suba de precios. Se anunció para los jubilados de la mínima, y se dejó saber que se extendería el mecanismo para los asalariados. El problema es que Massa habló del asunto con Cristina, pero no se sentó a conversarlo con los gremios, ni mucho menos con los empresarios. Así que la idea generó resistencias antes de nacer.
En los gremios, en particular, porque temen, con algo de razón, que el bono en cuestión sirva como excusa para no volver a abrir o postergar las paritarias, que saben es el único mecanismo que protege a sus afiliados de no pagar masivamente los costos de la inflación.
La consecuencia de dejar este frente abierto fue que los sindicatos confirmaron la movilización del 17 de agosto, que como están las cosas no va a ser en apoyo de Alberto, como previeron algunos cuando aún tenía algún sentido apoyar al Presidente, sino para ponerle los puntos a Massa.
Empieza mal la nueva gestión económica, si no logra siquiera evitar protestas gremiales en su contra a días de asumir. Los gestos amistosos con los Moyano no sirvieron para nada.
9- El anuncio de auditorías de los planes sociales no alcanzó para hacer creíble su reforma, pero sí para alentar la protesta de los movimientos de desocupados
También se abrió un frente complicado Massa con los grupos piqueteros, que vienen protagonizando crecientes protestas, soliviantados por la pretensión de una porción del oficialismo de pasar el control de las transferencias de ingresos que ellos hasta aquí controlan, a los gobernadores e intendentes.
El ministro pareció alinearse con la postura de Cristina, que ha sido prometer a los jefes territoriales esa transferencia, y dejar que Alberto lidie con las consecuencias: más cortes de calle, más amenazas de caos de parte de Grabois y compañía, más quejas de los gobernadores porque los cambios no se concretan y la campaña se acerca.
El problema es que Massa está ahora en la posición en que antes estaba Alberto. Debería entender lo difícil que va a ser para él quedar en medio del fuego cruzado y no poder satisfacer a ninguna de las partes involucradas.
10- Todo se reduce a tomar más deuda, más rápido, a mayores tasas y más plazo, e igual no alcanza
Lo que quedó claro es que Massa entró al gabinete para “alargar la mecha de la bomba”, según la gráfica expresión de Luis Juez, y que ella no estalle antes de diciembre del año próximo. O no estalle del todo.
Alargar la mecha significa, en esencia, tomar deuda. Y a eso se ve que el tigrense le va a dedicar sus mejores esfuerzos. ¿Le alcanzarán? Es posible, y es posible por tanto que este no sea realmente un pifie de Massa, sino uno del sistema político en general, que permitirá un festival de bonos y créditos impagables, simplemente para mantener a flote al gobierno de turno, y que él pueda “no devaluar”, “no ajustar”, mientras la moneda y la economía se siguen hundiendo.