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Murió "Ramoncito" Saadi, un líder político de la Catamarca de los 80 y 90
- Publicado: Sábado, 11 Febrero 2023 18:57
Murió Ramón Saadi, y la Catamarca con el sello del PJ lo llora, que es lo mismo decir el peronismo profundo del interior profundo del país. Sin embargo, “Ramoncito” quedó marcado por haberse negado a investigar y tomar medidas ante el crimen de María Soledad, cuyo antecedente lo hundió políticamente.
“Ramoncito”, como se lo llamaba, se fue eternamente agradecido por su grey justicialista, que lo despidió al pie de su tumba, más con una larga lista de funcionarios y varios opositores que con el sollozo de la gente de a pie, o sea, la clase política, a la que bien representó, no faltó en la última morada del caudillo, que fue sucesivamente gobernador, diputado y senador nacional. Hasta que el "caso María Soledad Morales" apagó su luz para siempre de la competencia electoral y lo depositó en los manejos del poder detrás de bambalinas.
El femicidio de la adolescente catamarqueña, cuyo cuerpo fue encontrado ultrajado a la vera de una ruta a siete kilómetros de la capital, dos días de después de denunciada su desaparición, puso en relieve la práctica despótica del gobierno provincial. Desde el minuto cero, la política metió sus narices. La prueba estuvo a la vista: se hicieron dos juicios y estuvieron implicados los hijos de un diputado nacional (Luis Luque), del intendente de la ciudad capital y del jefe de Policía. Con ellos nació la marca para registrar la impunidad por los dolores de la muerte violenta: los hijos del poder.
El femicidio de la adolescente catamarqueña, cuyo cuerpo fue encontrado ultrajado a la vera de una ruta a siete kilómetros de la capital, dos días de después de denunciada su desaparición, puso en relieve la práctica despótica del gobierno provincial. Desde el minuto cero, la política metió sus narices. La prueba estuvo a la vista: se hicieron dos juicios y estuvieron implicados los hijos de un diputado nacional (Luis Luque), del intendente de la ciudad capital y del jefe de Policía. Con ellos nació la marca para registrar la impunidad por los dolores de la muerte violenta: los hijos del poder.
El intendente Gustavo Saadi al despedir al ex gobernador, dijo "todos somos hijos políticos de Ramón Saadi".
Según los testigos, todos subieron a una camioneta manejada por un sobrino del gobernador. La joven había ido a vivir una noche de fiesta y terminó muerta después de una diversión donde se mezclaron peligrosa e impunemente el amor, las drogas y la violencia machista. El desgarramiento y la bronca por la injusticia fue liderada por la monja Marta Peloni, que hizo exclamar el silencio de las calles catamarqueñas, usualmente habitadas por las únicas muchedumbres que se conocían hasta entonces: las procesiones.
Así nacieron las marchas del silencio.
“Fue un hombre que trabajó fuertemente para toda la provincia desde la función que el pueblo le confiara”, declaró la presidenta de la Cámara de Diputados de Catamarca. Nada más esclarecedor. Saadi hijo supo hacer política desde la restauración de la democracia. Llegó a la gobernación con tan solo 34 años, lo que le valió el rótulo del “gobernador más joven del país”. Se dedicó a ejercer el poder que bien trabajó su padre: Vicente Leónidas. El verdadero hacedor de la familia gobernante.
Los Saadi Fueron y son una dinastía política y Ramoncito empoderó al clan. El padre y el hijo fueron sus grandes exponentes para que la arquitectura política de Catamarca nunca pueda prescindir de un Saadi. Sus actuales representantes son Lucía Corpacci -la máxima referente del PJ actual es hija de la hermana del viejo caudillo- y el intendente capitalino, Gustavo Saadi, que es sobrino de Ramón. Obviamente que las descendencias no deben pagar el pecado de sus mayores, pero resulta que las referencias del poder político siempre terminan en un Saadi.
Ramoncito, hijo de Vicente, será recordado por el gobernador que tuvo que dimitir por la presión de “las marchas del silencio” para el esclarecimiento del femicidio -ocurrido el 8 de septiembre de 1990- de la adolescente María Soledad Morales. Tal fue la dimensión política que tomó el caso, que cuando ya empezaba a tocar la imagen del gobierno nacional –en pleno romance con la sociedad, vía convertibilidad- el presidente Carlos Menem, un antiguo aliado y compinche de la familia, no tuvo empacho para ordenar la intervención federal de la provincia.
Así se puede llegar a decir que Ramón Saadi fue el primer político que padeció el cimbronazo que produce cuando la prensa se adhiere a una causa justa que reclama justicia. Desde entonces, se convirtió en la mancha venenosa de la política argentina. A tal punto que su asunción como senador nacional fue obturada en la cámara alta por Carlos Ruckauf y Cristina Fernández de Kirchner, a la par de Graciela Fernández Meijide, que en ese momento brillaba aún con el aura del Frente Grande. Todos impulsaron el rechazo a su ingreso a la cámara alta por “cuestiones éticas”.
Pero como la política es política, bien valga un episodio para ver cómo se la teje y cómo manejaba la rosca el ahora difunto ex gobernador. Mejor dicho, 'el toma y daca' era para la familia, a esa altura era lo mismo decir el peronismo catamarqueño. Corría el áspero 2008 cuando las retenciones móviles debían ser tratadas en el Congreso, y el oficialismo necesitaba de todos para salir del empate, aun de aquellos a los que había invisibilizado.
Ramoncito era uno de ellos. Diez años en la política argentina es mucho tiempo y ya nadie se acordaba de las “cuestiones éticas” que habían impedido su ingreso al Congreso. Su impugnadora era ahora presidenta y necesitaba esos votos como un respirador artificial para su épica pelea contra 'el campo'. Ni el propio Menem ni los Rodríguez Saa, ni el todavía influyente ex gobernador pampeano, Rubén Marín, pudieron torcer la postura del catamarqueño. Por sus oficinas y sus teléfonos se multiplicaron el entonces ministro Florencio Randazzo y el operador Juan Carlos “Chueco” Mazzon.
Las malas lenguas dejaron para la historia legislativa los términos de la negociación con Ramón. El voto realmente positivo incluía un lugar en el directorio del Banco Nación para su hermana, la ex senadora Alicia Saadi, la intervención del PJ catamarqueño, un apoyo explícito para la candidatura a diputada provincial de su esposa, Pilar Kent y el apoyo financiero para su nueva campaña de gobernador.
Lo cierto es que el aura política se terminó para Ramón por su voto en la ley de retenciones móviles para el campo. En 2009, terminó tercero cómodo, luego del Frente Cívico Social y el peronismo.
La foja de la carrera política de Ramoncito dice que ocupó todos los puestos políticos habido y por haber. Veamos: al regreso de la democracia, en 1983, Ramón fue elegido gobernador. Ganó por escaso margen al radical Ernesto Salas y con polémica. Su candidatura fue objetada porque su nacimiento fue en Mar del Plata y sus rivales decían que no cumplía uno de los requisitos básicos para presentarse a los comicios: ser nativo de la provincia. Como sea triunfó y fue gobernador. Sin reelección, lo sucedió su padre en 1987 pero antes fue nombrado senador nacional por el colegio electoral de su provincia. No le duró mucho la estadía en el Congreso. Su padre murió antes del año de asumir y el vicegobernador convocó a nuevas elecciones en 1988. Se presentó y ganó nuevamente el derecho a conducir el Poder Ejecutivo Provincial.
El caso María Soledad fue su ocaso que, no obstante, no le impidió seguir siendo candidato electo. Asumió como diputado nacional dos veces: 1991-1995 y 1999-2003 y senador nacional entre 2003-2005.
Perdió y ganó contra Luis Barrionuevo. Hubo odio y amor con Carlos Menem y Cristina, pero nunca dejó de ser uno de la corporación política y fundamentalmente un hombre que entendió cómo se maneja y se comporta el poder. El caso María Soledad fue testigo de su forma de ejercerlo.
Los Saadi Fueron y son una dinastía política y Ramoncito empoderó al clan. El padre y el hijo fueron sus grandes exponentes para que la arquitectura política de Catamarca nunca pueda prescindir de un Saadi. Sus actuales representantes son Lucía Corpacci -la máxima referente del PJ actual es hija de la hermana del viejo caudillo- y el intendente capitalino, Gustavo Saadi, que es sobrino de Ramón. Obviamente que las descendencias no deben pagar el pecado de sus mayores, pero resulta que las referencias del poder político siempre terminan en un Saadi.
Ramoncito, hijo de Vicente, será recordado por el gobernador que tuvo que dimitir por la presión de “las marchas del silencio” para el esclarecimiento del femicidio -ocurrido el 8 de septiembre de 1990- de la adolescente María Soledad Morales. Tal fue la dimensión política que tomó el caso, que cuando ya empezaba a tocar la imagen del gobierno nacional –en pleno romance con la sociedad, vía convertibilidad- el presidente Carlos Menem, un antiguo aliado y compinche de la familia, no tuvo empacho para ordenar la intervención federal de la provincia.
Así se puede llegar a decir que Ramón Saadi fue el primer político que padeció el cimbronazo que produce cuando la prensa se adhiere a una causa justa que reclama justicia. Desde entonces, se convirtió en la mancha venenosa de la política argentina. A tal punto que su asunción como senador nacional fue obturada en la cámara alta por Carlos Ruckauf y Cristina Fernández de Kirchner, a la par de Graciela Fernández Meijide, que en ese momento brillaba aún con el aura del Frente Grande. Todos impulsaron el rechazo a su ingreso a la cámara alta por “cuestiones éticas”.
Pero como la política es política, bien valga un episodio para ver cómo se la teje y cómo manejaba la rosca el ahora difunto ex gobernador. Mejor dicho, 'el toma y daca' era para la familia, a esa altura era lo mismo decir el peronismo catamarqueño. Corría el áspero 2008 cuando las retenciones móviles debían ser tratadas en el Congreso, y el oficialismo necesitaba de todos para salir del empate, aun de aquellos a los que había invisibilizado.
Ramoncito era uno de ellos. Diez años en la política argentina es mucho tiempo y ya nadie se acordaba de las “cuestiones éticas” que habían impedido su ingreso al Congreso. Su impugnadora era ahora presidenta y necesitaba esos votos como un respirador artificial para su épica pelea contra 'el campo'. Ni el propio Menem ni los Rodríguez Saa, ni el todavía influyente ex gobernador pampeano, Rubén Marín, pudieron torcer la postura del catamarqueño. Por sus oficinas y sus teléfonos se multiplicaron el entonces ministro Florencio Randazzo y el operador Juan Carlos “Chueco” Mazzon.
Las malas lenguas dejaron para la historia legislativa los términos de la negociación con Ramón. El voto realmente positivo incluía un lugar en el directorio del Banco Nación para su hermana, la ex senadora Alicia Saadi, la intervención del PJ catamarqueño, un apoyo explícito para la candidatura a diputada provincial de su esposa, Pilar Kent y el apoyo financiero para su nueva campaña de gobernador.
Lo cierto es que el aura política se terminó para Ramón por su voto en la ley de retenciones móviles para el campo. En 2009, terminó tercero cómodo, luego del Frente Cívico Social y el peronismo.
La foja de la carrera política de Ramoncito dice que ocupó todos los puestos políticos habido y por haber. Veamos: al regreso de la democracia, en 1983, Ramón fue elegido gobernador. Ganó por escaso margen al radical Ernesto Salas y con polémica. Su candidatura fue objetada porque su nacimiento fue en Mar del Plata y sus rivales decían que no cumplía uno de los requisitos básicos para presentarse a los comicios: ser nativo de la provincia. Como sea triunfó y fue gobernador. Sin reelección, lo sucedió su padre en 1987 pero antes fue nombrado senador nacional por el colegio electoral de su provincia. No le duró mucho la estadía en el Congreso. Su padre murió antes del año de asumir y el vicegobernador convocó a nuevas elecciones en 1988. Se presentó y ganó nuevamente el derecho a conducir el Poder Ejecutivo Provincial.
El caso María Soledad fue su ocaso que, no obstante, no le impidió seguir siendo candidato electo. Asumió como diputado nacional dos veces: 1991-1995 y 1999-2003 y senador nacional entre 2003-2005.
Perdió y ganó contra Luis Barrionuevo. Hubo odio y amor con Carlos Menem y Cristina, pero nunca dejó de ser uno de la corporación política y fundamentalmente un hombre que entendió cómo se maneja y se comporta el poder. El caso María Soledad fue testigo de su forma de ejercerlo.
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