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Provinciales

Desolación: Una mamá dormida de ebriedad junto a su hijo

El alcohol y las drogas pisan cada vez más fuerte en las comunidades de aborígenes y criollos que sufren la extrema pobreza. 

Laura Alvarez Chamale

Esta triste imagen es de Morillo, pero ya se vieron otras similares de Embarcación, Santa Victoria Este, Tartagal, Orán, donde el alcohol y las drogas ingresan a las comunidades de aborígenes y criollos para terminar con el trabajo exterminador que realiza la pobreza. Son socios codiciosos de vidas humanas. Se fagocitan el futuro. Siempre quieren más. Hasta ahora nadie que tenga el poder de hacerlo, se ha conmovido lo suficiente con este dramático problema como para poner en marcha un plan eficaz de rescate y de reparación. 
El alcoholismo crece en forma alarmante y el consumo de sustancias lo secunda. Claramente resulta más conveniente para estos grupos de extrema vulnerabilidad evadir la realidad sin expectativas detrás de un vino en caja que cuesta alrededor de 100 pesos, que comprar un kilo de carne molida barata a 400 pesos para hacer una o dos comidas. El monte que habitan está sembrado de cajas de vino vacías. Ellos están desnutridos, enviciados, desesperanzados.  
Fue a través de las redes sociales que “Rivadavia te informa” mostró la triste fotografía de una joven madre de Coronel Juan Solá, Morillo, que se durmió bajo los efectos del alcohol, mientras su bebé desnudo lloró a su lado hasta quedar dormido. 

Claramente resulta más conveniente para estos grupos de extrema vulnerabilidad evadir la realidad sin expectativas detrás de un vino en caja que cuesta alrededor de 100 pesos, que comprar un kilo de carne molida barata a 400 pesos para hacer una o dos comidas.

 

Una imagen dolorosa que provoca todo tipo de reacciones y sentimientos, menos indiferencia. Según pudo declarar el vecino Quito Santillán, quien presenció esta escena: “el bebé tenía los ojitos hinchados de tanto llorar para ser atendido por su madre”. “¿Dónde está la Policía que no recorre las calles? Por favor, cómo no van a ver esto”, dijo Santillán.

“Flaquitos, no comen y andan tomados”

El alcohol y los “cigarritos” (como le llaman a la droga que se fuma y que, en combinación con el alcohol, ya provocó varias muertes), se apoderan de los niños y adolescentes de Carboncito, una misión wichi de Embarcación que alberga a unas 300 familias que conviven en comunidades. Las “Guerreras del Arco Iris” (Lawu Khanifwutas, en wichi), una organización de mujeres contra la venta de bebidas alcohólicas y drogas en la comunidad de Fwiñol, en Misión Carboncito (Embarcación), marcharon para pedir control de las autoridades sobre este flagelo.

“Hacemos las marchas porque no podemos creer el abandono en el que están los niños de 6, 7, 8 años. Les venden alcohol y drogas a esa edad. Por eso los chicos se matan, se ahorcan por el efecto de la bebida y la droga. El año pasado han muerto seis jóvenes de la comunidad por culpa de la bebida y las sustancias”.


Una de sus principales referentes, Patricia Ferreira, dijo: “Nosotras las mujeres y madres de la comunidad estamos en fuerte lucha contra la venta indiscriminada de bebidas alcohólicas a nuestros niños y jóvenes, que ven en El vicio un escape a la realidad. Ellos dan pena de verlos, flaquitos, no comen y andan tomados. A las autoridades provinciales, municipales, nacionales, a quién corresponda les pedimos control de la venta. No nos escuchan hasta ahora y se están arruinando la vida”. 
Y en un tramo estremecedor del relato, espetó: “Hacemos las marchas porque no podemos creer El abandono en El que están los niños de 6, 7, 8 años. Les venden alcohol y drogas a esa edad. Por eso los chicos se matan, se ahorcan por El efecto de la bebida y la droga. El año pasado han muerto seis jóvenes de la comunidad por culpa de la bebida y las sustancias”.

 


Agregó: “Presenté notas a la Municipalidad de Embarcación, al intendete Carlos Funes y a su esposa, la doctora Goycochea que está en El área de Desarrollo Humano del municipio y no pasó nada. También llevamos notas al Concejo Deliberante y los representantes del pueblo son pura indiferencia. En la Policía también dejé un petitorio y nada cambió. Me siento casada y muy ignorada”.  
Pisoteada por El destrato, por la discriminación, por la exclusión, Patricia clamó a través de este medio: “Ya no quiero ver a los niños drogados. No comen y se drogan. Dan mucha tristeza, vengan a ver si no creen. La gente dice que hay un joven que vende los cigarritos de droga a 20 y 30 pesos. Los chicos buscan leña, traen aguita, les pagan y con eso compran lo que los destruye”. 

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