Provinciales
Clínicas bonaerenses ya aplican el “protocolo de última cama”
- Publicado: Jueves, 03 Junio 2021 00:58
El gerente médico de una red de prestadores describió el drama diario que se vive con terapias al 100% y familiares de fallecidos que amenazan con armas de fuego a médicos y enfermeras.
“Estamos trabajando en un 93% de saturación. Bordeamos la ocupación casi completa. Se nos libera una cama de terapia por alguna eventualidad como por fallecimiento del paciente, pero de inmediato se ocupa, estamos en situación de colapso. Ya tuvimos que aplicar el ‘Protocolo de última cama’ un día que llegaron cuatro pacientes graves en un corto lapso. Nos pasó también que por la muerte de un paciente en la clínica Medicina Catán, ingresó a la guardia una turba de personas armadas que agredieron a las enfermeras, médicos y administrativos”.
El reconocimiento de la situación de “colapso” que se vive en las clínicas y sanatorios del conurbano bonaerense es detallado de forma dramática a por el doctor Pablo Figueroa.
“Los equipos de salud están muy saturados, en situación de burnout, muy quemados. Cuando llegás a esta situación hay posibilidad de que se cometan errores y un error en medicina trae muchas variables. Se llegó a una situación de múltiples variables, desde lo humano, por no saber cómo abordar una pandemia, y desde la situación económica que atraviesa el país. La realidad es que el sistema de salud público, que ya era muy débil, tenía engranajes que de alguna manera funcionaba con los mismos equipos médicos que realizaban sus tareas tanto en el efector público como en el privado, pero no en situaciones límite. Por ejemplo, a la mañana en el hospital y a la tarde en la clínica. Ahora estos mismos profesionales están sometidos a tomar decisiones, a quedarse en un solo subsistema por la gran segmentación del sistema de salud”, describe Figueroa.
Última cama y violencia
Las tragedias cotidianas que se vivencian a diario en un sistema de salud -tanto público como privado- que se revela resquebrajado por el impacto de la segunda ola del coronavirus son muchas veces minimizadas ante los medios de comunicación.
Las razones son múltiples pero sobresalen dos: no reconocer la gravedad de la situación, que se acrecienta ante la demora en la vacunación rápida y masiva o, en el mejor de los casos, no alarmar.
Figueroa es uno de los profesionales médicos que deciden enfrentar los hechos tal como se presentan: “Tenemos 20 pacientes con respirador, un hecho único en la historia de nuestros 38 años de servicio”, precisa, y afirma: “A todo el equipo de salud nos golpeó mucho en esta segunda ola el ingreso de pacientes graves de 35 años en adelante. Son adultos jóvenes. El año pasado eran mayores de 60 años”.
“A nosotros nos pasó que por diversas causas ingresaron a la clínica cuatro pacientes en situación crítica, de distrés respiratorio. Eso nos llevó a que lamentablemente tuvimos que sostener en la guardia al paciente de menor edad”, explica.
—¿Se refiere a elegir entre un enfermo sobre otro?
—Aquí comienzan a rodar cuestiones éticas de a quién le doy la cama. Al señor de 67 años, al señor de 55, o de 50, o al señor de 42 años. A esto se lo llama “Protocolo de la última cama”. Es lo mismo que rechazar una derivación porque te queda una sola cama y la necesitás para un paciente que ya está internado en sala común y necesita pasar a terapia o porque ingresó por guardia y necesita de manera desesperada una cama UTI con boca de oxígeno, con respirador. Es la misma situación. Se toma la lamentable decisión de que el paciente más joven, el que tiene más chances de vivir, es ingresado al área crítica; al segundo de los pacientes se lo coloca en un área supernumeraria (una cama agregada en terapia), pero no teníamos más respiradores, no pudimos reclutar más respiradores de las otras clínicas y no teníamos más bocas de oxígeno.
—¿Y qué hicieron en ese caso?
—Dispusimos del protocolo de emergencia provincial para solicitarle una cama en el área pública porque el paciente si no lo pones en un respirador se agota y muere. En ese caso tuvimos la posibilidad de derivar a un paciente al Hospital de González Catán del kilómetro 32, y otro al Cuenca Alta de Cañuelas, a 45 kilómetros, que lo transitó en ambulancia de manera crítica. Toda la situación fue muy traumática porque la familia tuvo que esperar una cama de terapia y pagar una ambulancia privada porque la obra social no dio respuesta.
Si la provincia de Buenos Aires atraviesa una situación complicada por la ocupación de camas de cuidados intensivos, el sistema sanitario de la provincia de Río Negro está peor aún. El parte diario sobre la situación de ocupación de camas UTI elaborado por el Ministerio de Salud de la Nación marca que al día de hoy esa provincia patagónica tiene una saturación de sus terapias del 97%. El 98,6% de las públicas y el 96,6% de las privadas.
Ese colapso sanitario lleva a que los pacientes deban ser derivados a otras instituciones, en este caso, a una de las clínicas de La Matanza que conduce Figueroa.
“La semana pasada tuvimos que traer dos pacientes en vuelo sanitario desde Río Negro porque no tenían camas críticas. Es una pareja de una obra social que todavía permanece internada. En ese caso, tuvimos que sostener las dos camas por 24 horas para que no se ocupen”, detalló el médico.
—¿Cómo viven los equipos de salud estas situaciones límite?
—Es terrible, incrementa mucho más el daño psicológico, la sensación de colapso.
—Tengo gente conocida que murió de COVID-19 en la casa porque no tenía cobertura social, no le podían asegurar una cama, esperó hasta último momento y falleció si ningún tipo de internación. En este caso concreto lo hisoparon, dio positivo, le hicieron la evolución domiciliaria, pero el cuadro se complicó, la ambulancia de la municipalidad de José C. Paz fue a buscarlo, pero no encontraron lugar para trasladarlo y falleció.