Provinciales
Güemes y Plaza de Mayo: un recuerdo del odio y la esperanza
- Publicado: Jueves, 16 Junio 2022 16:18
El calendario suele imponer algunas reflexiones.
Hoy, la primera, es que estamos ante una fecha muy especial para el sentir de los salteños y los argentinos: la víspera del 201 aniversario del paso a la inmortalidad del general Martín Miguel de Güemes.
En ese sentido, quiero distinguir al Güemes estratega y militar del político. O, mejor dicho, complementarlos.
Güemes no fue un militar devenido en político sino al revés: fue un líder político extraordinario que tomó las armas para liberar la patria y defender sus ideas.
Fue el dirigente que marcó el camino de la vida institucional de Salta.
Entre 1815 y 1821 fue gobernador de la Intendencia de Salta.
Su elección marcó un hito: por primera vez, la máxima autoridad provincial fue elegida por los propios salteños a través del Cabildo.
Durante su gobierno, Güemes privilegió siempre la dignidad de la persona humana y el bienestar del pueblo. Fue líder de los desprotegidos, protector de los que menos tienen, luchador por la igualdad.
Entre otras medidas, estableció un régimen de pensiones e indemnizaciones para viudas y huérfanos de soldados.
También flexibilizó las leyes del Conchabo que impedían la libre circulación, relacionadas al denominado “control de los vagos” y a la fijación de los peones a la finca y al patrón.
Estableció el Fuero Gaucho, un conjunto de normas revolucionarias y adelantadas a su tiempo.
Los gauchos combatientes del Ejército Patriota quedaron protegidos de forma permanente por el fuero militar y ya no por el Conchabo. Quedaron así excedidos del pago de arriendo a los dueños de la tierra y de la obligación de trabajar gratis para su patrón.
Porque esos gauchos que hoy recordamos y homenajeamos estaban, en muchos casos, en situación de semi servidumbre. Y porque Güemes sabía que solo la libertad, la igualdad y la solidaridad del pueblo harían grande a la Nación.
Eso significaba, claro, romper algunos viejos privilegios. Privilegios de hombres tan egoístas como poderosos, que, con diferencias ideológicas irreconciliables, enfrentaron al General hasta mandarlo a matar a traición hace exactamente 201 años.
El tiempo pone las cosas en su lugar y la grandeza de Martín Miguel de Güemes trascenderá los tiempos.
Por otra parte, y siguiendo la imposición del calendario, la de hoy es una fecha muy dolorosa para la memoria del pueblo argentino.
El 16 de junio de 1955, hace ya 67 años, sucedía algo impensado: Parte de las Fuerzas Armadas bombardearon Plaza de Mayo, asesinando cruelmente a 308 personas e hiriendo a tantas más.
Niños, mujeres y hombres que no tenían mayor culpa que la de haber estado aquel fatídico mediodía en las inmediaciones de la Casa Rosada.
Fue el puntapié inicial de la autodenominada Revolución Libertadora, el golpe de Estado que derrocaría meses más tarde al presidente Juan Domingo Perón.
No voy a extenderme sobre aquel terrible e incomprensible atentado al pueblo ni sus consecuencias en la vida política e institucional de nuestra República.
Pero sí considero importante no olvidar que aquel día en Plaza de Mayo perdieron su vida ciudadanos salteños. Hoy quiero recordar el caso de tres de ellos.
El joven Mario Díaz cumplía su tarea el Regimiento de Granaderos a Caballo cuando empezaron a caer las bombas que acabarían con su vida. Era un joven de 22 años que se había destacado en los cuadros directivos del Comando de la Juventud Peronista de Metán, hasta que su vocación lo llevó a la Capital Federal a formar parte de la guardia presidencial.
Hoy su pueblo lo recuerda dando nombre a un barrio metanense, el barrio Granadero Díaz.
Quiero recordar también a Viola Sara Bun y Pilar Isabel Amezúa, dos jóvenes maestras de la capital provincial.
Aquel fatídico 16 de junio viajaban juntas a la Escuela Nacional de Dietistas de Buenos Aires, donde cursaban sus estudios.
Habían recibido una beca del Gobierno para capacitarse y lo hacían felices de poder contribuir a la sociedad.
Puedo decir muchas cosas del dolor de sus familiares, amigos, alumnos y conocidos aquel 16 de junio, cuando sus sueños y la vida por delante se truncaron.
Pero elijo homenajearlas rescatando las palabras de su amiga Nelda Edith M. de Cacciabue, quien expresó un discurso durante el homenaje póstumo que se realizara en Salta a días del trágico desenlace.
Dijo la señora de Cacciabue:
“Eran dos almas afines, dos sentimientos que, irradiando amor, lejos de su provincia, pero amparadas por la misma inquietud, quedaron postradas ante los eternos designios de la providencia.
Dos salteñas que, en la enorme calma provinciana, forjaron la serenidad magnífica de sus temples, regando las calles porteñas con su sangre fértil y generosa.
Dos compañeras inseparables hasta en la misma muerte, que supieron aquilatar el sentido cristiano de la vida y desgranar en sus almas el sublime amor de sus corazones”.
Maravillosas palabras.
Pero después de recordar la muerte de Güemes y los golpes contra el pueblo, una pequeña victoria cotidiana: los biocombustibles.
El jueves pasado, en esta columna semanal, advertíamos que los productores argentinos de biocombustibles están en condiciones de agregar hoy, con la capacidad ya instalada, un 5% más de biodiesel a la mezcla de gasoil. De esta manera no solo se solucionaría en parte el problema de abastecimiento, sino que las arcas nacionales ahorrarían mucho dinero.
Ayer, el presidente Alberto Fernández anunció un giro en la política errática que venía llevando adelante la Secretaría de Energía. En una medida acertada, el Gobierno autorizará un aumento significativo en el corte del gasoil en favor del biodiesel.
Es un paso adelante y una respuesta al reclamo que venimos sosteniendo desde hace más de 2 años en el Parlamento del NOA y Consejo Regional del Norte Grande.
La crisis de abastecimiento de combustibles ayudó a tomar la decisión que, esperamos, se repita con el bioetanol en las naftas.
Es un gran primer paso que nos pone expectantes para crecer en la producción del Noroeste Argentino y el desarrollo de las economías regionales.
Con los dolores del pasado, con el recuerdo de nuestros próceres y las esperanzas del futuro: El mensaje, siempre, termina siendo de esperanza.